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La leyenda cuenta que hace siglos, los ajolotes, criaturas míticas y guardianes del agua, encontraron en esta playa un hogar seguro y próspero. Estos pequeños anfibios, conocidos por su capacidad de regenerar partes de su cuerpo, fueron venerados por las antiguas civilizaciones que habitaban la región. Los nativos creían que los ajolotes poseían poderes curativos y que su presencia garantizaba la salud y la vitalidad de sus aguas.
Con el paso del tiempo, una playa se convirtió en un refugio no solo para los ajolotes, sino también para una rica variedad de fauna y flora. La combinación de manglares, arrecifes de coral y arenas doradas crea un ecosistema vibrante y diverso que atrae a visitantes de todo el mundo.
